En el corazón de los humedales de Costa Rica, donde los lirios de agua flotaban como pequeñas balsas moradas y el aire vibraba con el croar de las ranas, vivía una capibara llamada Coco. Coco era conocida por su espíritu alegre y su amor por las fiestas. Siempre encontraba una excusa para celebrar, ya fuera la llegada de la temporada de lluvias o el simple hecho de que el sol brillaba de una manera especialmente bonita. Un día, Coco tuvo una idea brillante: ¡organizar una gran fiesta de capibaras! Quería reunir a todos sus amigos y familiares para disfrutar de una tarde llena de juegos, comida deliciosa y mucha diversión a orillas de la laguna Esmeralda. Con entusiasmo, Coco comenzó a enviar invitaciones hechas con hojas de plátano mordisqueadas con cariño. Cada invitación llevaba un dibujo de un capibara sonriente con un sombrero de flores. La noticia de la fiesta se extendió rápidamente por todo el humedal, y todos los capibaras estaban emocionados. El día de la fiesta amaneció radia...
Hace mucho tiempo, en un pequeño pueblo inglés vivía una niña. Todos la llamaban Ada. Como a todos los niños, le encantaba jugar . Sin embargo, Ada no era como el resto de las niñas de su edad. No solía jugar con muñecas, y tampoco le hacía ninguna gracia correr detrás de sus amigos. Prefería deambular, contando toda emocionada cualquier cosa que se le ocurría. Uno, dos, tres, cuatro, cinco... Cuántas hojas hay en el árbol , el número de pasos que había dado desde su casa hasta el colegio, o cuántos caramelos caben en el tarro de cristal en casa de la tía Betty. Quería llevar la cuenta exacta de todo, y para asegurarse que no se le olvidaba nada, anotaba todos sus cálculos en su cuaderno. En resumen, contar era lo que más le gustaba. Un día, Ada se puso muy enferma . No podía caminar, porque la grave enfermedad le había quitado casi todas sus fuerzas. Se quedó guardando cama durante varios días, contemplando por la ventana las bandadas de cornejas qu...
Hace mucho tiempo, cuando tus abuelos eran niños, había un pequeño carrusel en un pueblo. Tenía dos ponis, un coche, un bebé elefante, un tren, un avioncito, un dragón y un cisne. Estaba justo en el medio de la plaza del pueblo y los niños se montaban en él desde el amanecer hasta el anochecer todos los días. ¡Los niños no se cansaban del carrusel! Pero no era un carrusel cualquiera, ¿sabes? Era mágico y cada noche, después de que los padres llevaban a sus hijos a casa, el carrusel cobraba vida. El bebé elefante exclamó primero: —¡Oh, fue un día maravilloso! ¡Muchos alegres niños me llevaron a dar una vuelta! ¿Cómo estuvo su día, ponis? Los ponis relincharon alegremente. —¡Estamos muy contentos! ¡Fue un día espléndido, como ayer y anteayer! —Bueno, ¡creo que es hora de que nos arreglemos un poco! —dijo el cisne. Extendió sus alas, las agitó un poco y empezó a lavarse . —Tienes razón, amigo — dijo el cochecito. —Déja...
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