La madre


En el bullicioso corazón de la ciudad, vivía una mujer llamada Lindsay, conocida por su sonrisa cálida y su espíritu incansable. Trabajaba en Claro, donde vendía planes de telefonía, siempre con una palabra amable y una solución para cada cliente. Pero su mayor alegría era Laly, su hija, una niña de ojos brillantes y una curiosidad insaciable.

Cada mañana, Lindsay llevaba a Laly a la escuela, donde la pequeña aprendía a leer y escribir, sumergiéndose en el mundo de los libros y los números. Mientras Lindsay trabajaba, su suegra, la mamá del papá de Laly, cuidaba de la niña, llenando sus tardes de cuentos, juegos y meriendas deliciosas.

Lindsay amaba su trabajo, pero cada vez que veía a una niña, su corazón se llenaba de un amor inmenso y pensaba en Laly. Imaginaba sus risas, sus preguntas interminables y sus abrazos apretados. Al final del día, Lindsay corría a recoger a Laly, ansiosa por escuchar sus historias y compartir un momento juntas.

Una tarde, mientras Lindsay ayudaba a un cliente a elegir el mejor plan para su familia, notó a una niña pequeña que miraba con admiración los teléfonos en exhibición. La niña le recordó a Laly, con sus ojos llenos de asombro y su sonrisa traviesa. Lindsay sintió un vuelco en el corazón y decidió hacer algo especial.

Después de terminar su jornada laboral, Lindsay fue a la pizzería favorita de Laly y compró una pizza grande con todos los ingredientes que a su hija le encantaban. Corrió a la escuela de Laly y la esperó a la salida. Cuando Laly la vio, corrió a sus brazos, feliz de verla.

"¡Mamá, mamá!", exclamó Laly, y Lindsay le entregó la pizza. Los ojos de Laly se iluminaron al ver su comida favorita, y comenzó a dar saltitos de alegría. Lindsay sonrió, feliz de ver a su hija tan contenta.

Esa noche, Lindsay y Laly compartieron la pizza, riendo y compartiendo historias. Lindsay le contó a Laly sobre su día en Claro, sobre las personas que había conocido y los planes que había vendido. Laly, a su vez, le contó sobre sus aventuras en la escuela, sobre los libros que había leído y los amigos que había hecho.

Antes de dormir, Lindsay abrazó a Laly con fuerza, agradecida por tenerla en su vida. Sabía que su trabajo era importante, pero su hija era su mayor tesoro. Y aunque a veces se sentía cansada, el amor de Laly le daba la fuerza para seguir adelante, para trabajar duro y para ser la mejor madre del mundo.


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