El Capibara Tito y el Árbol que Sonrió de Nuevo
En la orilla del río Perezoso, donde las hojas de los árboles brillaban como esmeraldas bajo el sol de Costa Rica, vivía un capibara llamado Tito. Tito era un animal tranquilo y amigable, con un pelaje marrón suave y bigotes largos y curiosos. Le encantaba pasar sus días nadando en el río, comiendo hierba fresca y observando a los perezosos moverse con calma entre las ramas.
Un día, mientras Tito paseaba cerca del bosque, notó un árbol diferente a los demás. Sus hojas no eran de un verde alegre, sino de un color marrón apagado, y sus ramas colgaban hacia el suelo como si estuvieran muy cansadas. Tito sintió curiosidad y se acercó al árbol.
"Hola," dijo Tito con su voz suave. "Eres un árbol muy silencioso. ¿Estás bien?"
El árbol suspiró, y sus hojas secas crujieron tristemente. "No estoy bien, pequeño capibara," respondió con una voz áspera. "Me siento muy triste. Mis hojas ya no son verdes, mis ramas no tienen flores y los pájaros ya no vienen a cantar en ellas."
Tito sintió mucha pena por el árbol triste. Se sentó a su lado y pensó qué podía hacer para ayudarlo. "Quizás necesitas un poco de compañía," dijo Tito. "Yo puedo quedarme aquí contigo un rato."
Y así lo hizo. Tito se quedó junto al árbol triste, contándole historias sobre el río, sobre los monos juguetones que veía saltar entre las lianas y sobre las mariposas de colores que revoloteaban cerca de las flores. El árbol escuchaba en silencio, y aunque sus hojas no cambiaron de color, Tito notó que sus ramas se movían un poquito con la brisa, como si estuvieran asintiendo.
Al día siguiente, Tito regresó con algunos de sus amigos: una familia de monos curiosos y un perezoso muy lento llamado Pipo. Los monos comenzaron a trepar suavemente por las ramas del árbol, buscando frutas maduras en los árboles cercanos y compartiéndolas cerca de sus raíces. Pipo, con su calma habitual, se acurrucó en una de las ramas más bajas, tarareando una canción suave y pegadiza.
Poco a poco, otros animales se acercaron al árbol triste. Un grupo de lapas escarlatas llegó volando, llenando el aire con sus fuertes y alegres graznidos. Algunas hormigas cortadoras de hojas comenzaron a construir un camino cerca de su tronco, llevando pequeños trozos de hojas verdes.
El árbol triste observaba todo con sorpresa. Nunca antes había tenido tantos visitantes. Escuchaba las risas de los monos, el canto suave de Pipo y los graznidos de las lapas. Sentía el suave movimiento de las hormigas cerca de sus raíces.
Con el pasar de los días, algo maravilloso comenzó a suceder. Una pequeña hoja verde brotó de una de las ramas del árbol. Luego apareció otra, y otra más. Poco a poco, el color marrón opaco comenzó a desaparecer, reemplazado por un verde fresco y vibrante. Incluso algunas pequeñas flores comenzaron a asomarse entre las hojas.
El árbol triste se sintió feliz por primera vez en mucho tiempo. Sus ramas se estiraron hacia el cielo, como si quisieran abrazar el sol. Los pájaros regresaron para construir sus nidos y llenar el aire con sus melodías.
Tito, el capibara amigable, se sentó junto al árbol ahora alegre, sonriendo. Aprendió que a veces, todo lo que un corazón triste necesita es un poco de compañía y el cariño de los amigos para volver a florecer. Y el árbol, ahora lleno de vida, supo que la amistad es la mejor medicina para la tristeza. Desde ese día, el capibara Tito y el árbol alegre fueron los mejores amigos de la orilla del río Perezoso.
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