El pequeño dragón que no podía escupir fuego**
El pequeño dragón que no podía escupir fuego**
Había una vez, en un valle lejano rodeado de montañas brillantes, un pequeño dragón llamado Draco. Draco era diferente a los demás dragones de su aldea. Todos los dragones podían escupir fuego, lanzando llamas brillantes al cielo, pero Draco... no podía. Cada vez que lo intentaba, solo salía un pequeño humo gris.
Los otros dragones se reían de él. "¡Un dragón que no escupe fuego no es un dragón de verdad!", decían. Draco se sentía muy triste y solo. Una noche, decidió irse de la aldea para encontrar un lugar donde pudiera encajar.
Caminó y caminó hasta que llegó a un bosque mágico. Allí conoció a una tortuga sabia llamada Tula. Tula tenía cientos de años y había visto muchas cosas en su vida. Draco le contó su problema.
"¿Por qué quieres escupir fuego?", preguntó Tula con calma.
"Porque todos los dragones lo hacen", respondió Draco, bajando la cabeza.
Tula sonrió. "Cada uno tiene un don especial. Tal vez el tuyo no sea escupir fuego, pero eso no significa que no seas especial".
Draco no estaba muy convencido, pero decidió quedarse en el bosque por un tiempo. Un día, mientras caminaba, escuchó un llanto. Era un pequeño pájaro que había caído de su nido y estaba atrapado en unas ramas. Draco intentó ayudarlo, pero las ramas eran demasiado altas. Entonces, recordó algo que Tula le había dicho: "A veces, lo que necesitas no es fuerza, sino creatividad".
Draco tomó una hoja grande y la usó como una rampa para que el pájaro pudiera subir de nuevo al nido. El pájaro le agradeció con un canto alegre. Draco se sintió feliz por primera vez en mucho tiempo.
Poco a poco, Draco comenzó a ayudar a otros animales del bosque. Usaba su ingenio para resolver problemas, y todos lo admiraban por su bondad. Un día, los otros dragones de su aldea lo encontraron y vieron cómo los animales lo querían.
"Tal vez no necesitas escupir fuego para ser un dragón especial", le dijeron. Draco sonrió y les contó todo lo que había aprendido. Desde ese día, los dragones dejaron de burlarse de él y, en su lugar, lo admiraron por su corazón valiente y su mente creativa.
Y así, Draco se convirtió en el dragón más querido del valle, no por escupir fuego, sino por ser él mismo.
Autor, Aurelio Carrillo
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